Por Carolina
Partamos del principio de que todavía existen. Son hombres serios y guapos que hablan de lo que saben sin ser pretenciosos, que abren la puerta, que sonríen y hablan con sinceridad. Ese tipo de hombre que si uno presentara en la casa sería mejor recibido que el mismísimo Papa.
El “chico bueno” representa para las mujeres un gran riesgo, uno siente que no puede más que amarlo u odiarlo por ser tan bueno.
Hace algo más de un mes estoy saliendo con uno, me siento en una película de los 80. El romance es digno de una segunda parte de 16 candels: Yo soy la chica promedio y él es el mediocampista del equipo, un galán no muy guapo pero que cumple con cualquier estándar: no sólo es inteligente, cortés y respetuoso sino que folla como nadie.
Los hombres siempre están diciendo que los preferimos gañanes, mal hablados, con problemas para demostrar lo que sienten. Esa es sólo una excusa que se inventaron para no comprometerse, para librarse de la responsabilidad que es abrumar a una mujer por ser buenos muchachos. Yo nunca los he preferido gañanes (espero nunca preferirlos así), pero conocer a este hombre me ha demostrado que muchas no estamos preparadas para mandar al carajo nuestros miedos tontos de “no ser lo que él espera o se merece”.
Hablemos con sinceridad, el grueso de las mujeres estamos llenas de miedos y creemos que por tener kilos de más, o brackets, o qué se yo, cualquier defecto pendejo, no vamos a conseguir un hombre así, del que podamos enamorarnos sin miedo a escuchar de nuestros amigos esa frase devastadora que es “te lo dije”. ¡Dejémonos de carajadas ya! El pánico a los buenos chicos es falta de coraje para aceptar nuestros miedos, por eso preferimos a uno que nos va a defraudar antes de que nosotros a él. La pasividad es lo que nos tiene jodidas, un hombre bueno que nos llene de incertidumbre es lo que nos hace falta.
Yo lo admito, estoy cagadísima del susto: cada vez que este sujeto me habla de un libro que no he leído o de una película que no he visto siento pánico de no ser lo que espera, y por eso actúo, dejo la pendejada y me libero del pánico, del mejor pánico que he sentido en mi vida amorosa. No como el que sentía cuando mi ex, poetamalditobebedordevinocaliente, miraba a la socialista con camiseta del Ché en Café Cinema.
Pero, chicos buenos del mundo, chico bueno con quién he tenido la dicha de encontrarme: No cambien. Sigan siendo esos hombres únicos y maravillosos que nos hacen morir del miedo, preguntarnos si es verdad que “de eso tan bueno no dan tanto” y al tiempo desear ser más guapas, más inteligentes, mejores lectoras, mejores compañeras.
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